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ClubAtleticoRosarioCentral - El Colorado Killer

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Las dos imágenes más destacadas que guardo de Mario Estanislao Killer corresponden a dos momentos de su fulgurante carrera: la primera es de la noche del 22 de diciembre de 1971 en el chiquero, cuando borró de la cancha al temible goleador Scotta y, a despecho de su propia inexperiencia, se lanzaba una y otra vez hacia el arco de San Lorenzo buscando obsesivamente el gol canalla, el triunfo de su equipo, el primer título de campeón.

La otra imagen, más fresca, más reciente en el tiempo corresponde a aquel fatídico año 1984 cuando el Colorado Killer compartió con sus compañeros la amargura del último descenso. El mismo temple, toda la bronca, toda la polenta, las ganas, el fervor, la entrega sin claudicaciones que siempre lo caracterizó.

En una u en otra circunstancia, nadie duda que Marito Killer era, y es, el prototipo del jugador típicamente canalla, el que siente y ama esa camiseta rayada que, según recordó alguna vez, comenzó a lucir cuando apenas tenía dos años.

Nació el 15 de agosto de 1951 en el Barrio Azcuénaga; era famoso ya a los doce años cuando recibió su bautismo internacional al integrar un combinado argentino de la Liga Infantil que jugó en la ciudad de Montevideo (Uruguay). Junto a su hermano mayor Daniel Pedro -quien también merece un lugar en nuestro sitio canalla- se fue un día a probar a Central.

Francisco “Pancho” Erauzquin los fichó a los dos. Allí comenzó la rutilante carrera de este leonino leal, franco, metedor en la cancha como en la vida misma, de una personalidad avasallante y sin dobleces. Pese a la diferencia de edad, se entreveró en casi todas las divisiones con la generación de su hermano mayor.

Recuerda siempre el Colorado que fue Enrique Omar Sívori quien lo dejó como marcador de punta derecha como puesto definitivo, en el que jugó todo el año ´69 en la reserva de Central. Alternando también con partidos en la tercera división que comenzaba a dirigir, nada menos que Timoteo, junto a Panchito Erauzquin.

Y llegó el Nacional ´71. Mario Killer es llamado por Don Ángel Labruna para integrar el primer equipo. Esto ocurría el 24 de octubre y Central recibía a Huracán de Bahía Blanca en casa, en el pre Gigante. Los dos marcadores de punta de la primera no estaban en condiciones de jugar. Fue así como el Negro Bustos salió marcando una punta, la derecha, y Marito Killer la otra, la izquierda; reemplazando, como si fuera poco, nada menos que al inmortal uruguayo Jorge José González y a Jorge Carrascosa, respectivamente.

El compromiso fue mucho más duro de lo que se preveía y recién en el segundo tiempo dos goles del Chango Gramajo le dieron el triunfo al canalla. Pero la actuación del “coloradito” fue consagratoria, su puntero no la tocó y todavía le quedó resto como para mandarse una y otra vez al ataque, inaugurando una modalidad táctica que Labruna primero, Zof y Griguol después (nótense estos apellidos) supieron aprovechar muy bien.

Los demoledores piques en diagonal de Gramajo dejaban el sector izquierdo del ataque vacío y hacia allí se lanzaba, una y otra vez, Mario con un espíritu de sacrificio que no todos sabían apreciar todavía, pero que le reportaba extraordinarios beneficios al equipo.

Después vino la recordada huelga de los profesionales y, como el Colorado no tenía contrato, jugó y ganó los tres partidos decisivos ante Racing, Vélez y Boca junto a los pibes de la tercera. El retorno de los profesionales no alteró para nada la decisión de Labruna, que lo confirmó definitivamente como titular. No faltó un solo partido de allí hasta el final, inclusive la épica tarde en el Monumental de Núñez cuando borró a Santamaría y la ya recordada noche del primer campeonato.

Mario Estanislao Killer se instalaba definitivamente en el cuidado del extremo izquierdo de la defensa con su inseparable camiseta Nº 3. Desde ese sector -bien pegadito a las filas de butacas de los exigentes plateístas auriazules- mantuvo en vilo y hacía levantar de sus asientos a los fervorizados hinchas canallas que vieron, en él, la esencia misma del amor por la azul y amarilla.

Fueron 150 partidos oficiales de AFA, jugando en Central, hasta 1975 cuando llegó su fama a despertar la codicia de los clubes europeos. Varias veces River, Independiente y San Lorenzo habían intentado su incorporación. Pero el Sporting de Gijón se lo llevó a España ese año, para encontrarse con su amigo y ex compañero Ángel Antonio Landucci.

Lo demás es historia conocida. Su retorno al país, su paso por otros clubes y el retorno esperado a Central justo en el peor año, en 1984. Su fibra, su enorme amor propio y su pasión centralista no fueron suficientes para evitar  perder la categoría.

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